“—Uau —exclama—. Ana, os pasa algo. Llevo intentando
averiguar lo que es desde que llegaste. Pero el único modo de
solucionar el problema, sea cual sea, es hablarlo con él. Piensa todo lo
que quieras, pero hasta que no hables con él no vas a conseguir nada.
La miro ceñuda.
—Ana, cielo, siempre le has dado muchas vueltas a todo. Fíate de tu instinto. ¿Qué te dice, cariño?
Me miro los dedos.
—Creo que estoy enamorada de él —murmuro.
—Lo sé, cariño. Y él de ti.
—¡No!
—Sí, Ana. Dios… ¿qué más necesitas? ¿Un rótulo luminoso en su frente?
La miro aturdida y se me llenan los ojos de lágrimas.
—No llores, cielo.
—Yo no creo que me quiera.”
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